-¿Escarce, qué…?; -Escárcega, en
Campeche-, -¿y eso existe?-, -sí, está a dos horas de Campeche y es un lugar de
paso, como una especie de frontera entre los que viajan de Villahermosa para
Campeche, y está muy cerca de Champotón, donde venden las empanadas de cazón-,
-Voy a buscarlo en el mapa, pensé que estabas bromeando, y ¿a qué vas si se
puede saber?-, -Voy a dar el taller de investigación a los maestros del
Tecnológico?-, -O sea que tienen carrera de gastronomía por ahí, supongo que
para atender la demanda de la zona. ¿Escárcega dijiste?-, -Sí, Escárcega, me
voy el domingo y regreso el viernes.
Aunque parezca ficticio, lo anterior es
una síntesis de conversaciones con al menos 10 interlocutores. La mayoría de
ellos del norte y centro de México, todos tuvieron problemas para pronunciar el
nombre de la ciudad y al menos tres no creyeron que existiera hasta que les
envié una imagen del mapa que lo corroboraba.
A muchos les parecía descabellado que
tras impresionantes recorridos que tuve por Guadalajara, Monterrey, Puebla y
Distrito Federal terminara julio en Escárcega para ofrecer un Taller de
Investigación Gastronómica a los académicos del Instituto Tecnológico Superior
de Escárcega (ITSE) que meses atrás viajaron a Mérida para desarrollar
proyectos conjuntos con KUUK Investigación.
Si para muchos era una locura, para mi era
un llamado a la reflexión, una pausa en el camino. Un recordatorio que en los
lugares más recónditos el conocimiento no depende solo de la riqueza existente,
sino de la manera en que se aproximan los que la habitan.
Para mi siempre fue
un llamado a la humildad, una forma de regresar a mi origen, a aquella experiencia
en Veracruz hace 10 años con mi primer trabajo de campo donde las condiciones
eran muy parecidas: poblado diminuto, condiciones naturales impresionantes y
complejidades sociales evidentes. Fue incluso una oportunidad de comprobar mi
propio método, de ser ético en mis planteamientos y observar en este poblado el
lado brillante de la moneda, las oportunidades y los retos por venir.
Y sí, Escárcega. Un lugar que existe en
el mapa y en la imaginación de muchos. Un sitio que a pesar de la inicial complicación
del nombre es lugar de descanso y parada obligatoria para miles de camioneros o
autobuses que se encaminan a otra zona.
En Mérida se sabe de este sitio porque
en las carreteras circundantes a la ciudad hay carros o puestos ambulantes que
ofrecen quesos de Escárcega, como si se tratase de una denominación de origen o
una garantía de calidad que en muchos casos sí cumple.
Ubicado a 85 kilómetros de Champotón
(pequeño poblado costero afamado por las empanadas de cazón y cocteles de
mariscos) su geografía dista mucho del Campeche playero típico al tener
extensiones amplísimas de terrenos dedicados al pastoreo de vacas y borregos,
zonas de montañas bajas que se mezclan con la selva húmeda, y un sinfín de
tierra sembrada con maíz, plátano y mango. La mayor zona de producción de
marañón en México, de donde se extrae la nuez de la India, se encuentra a 25
kilómetros, y ranchos que abastecen parte del consumo de carne de res de la
península yucateca están a 45 minutos en los poblados de Candelaria y aledaños.
Dividido en ejidos, como recordatorio
de su condición campesina, la zona está poblada por familias que provienen de todo
México: veracruzanos, michoacanos, y de más al norte.
En el ejido 18 de marzo se encuentra La
Higuera, un local en el que se venden quesos de pasta semidura de vacas criadas
en libre pastoreo, que recuerdan a los muy michoacanos Cotija o añejos. El más
interesante fue el queso ahumado, no se utiliza madera para ahumar sino zacate
o pastura gruesa seca que generalmente sirve de alimento de ganado.
Y hay que atar cabos: el 18 de marzo es
el día que se conmemora la expropiación petrolera ejecutada por el muy
michoacano Lázaro Cárdenas, luego el Cotija es el queso michoacano por
excelencia, pues el resultado en efecto, -sí, usted lo adivinó- la presencia de
michoacanos es amplia en la zona. Los ejidos circundantes a Escárcega tienen
nombres que recuerdan su fundación por migrantes de Michoacán hace dos o tres
generaciones.
En consecuencia, varios locales de la
zona revelan una posible paradoja gastronómica: cochinita pibil y carnitas
servidas al mismo tiempo, una a lado de la otra, conviviendo sanamente. Lo que
en Yucatán sonaría imposible en Campeche sí sucede, y en Escárcega se
materializa con brillante ejecución.
Revelaciones
Los tacos campechanos (que sí existen en
Campeche a pesar de algunas teorías
incrédulas que le dan al término una
connotación lingüística y no de uso práctico) que son una combinación de varias
carnes detallados con cebollas cocinadas en la grasa de la carne.
Confieso que hacía mucho no comía una
empanada de carne y queso tan bien hecha como la del mercado de Candelaria. Pero
lo que en verdad me sorprendió fue la cantidad de maíz plantado en la zona y
que habrá que trabajar para localizar las variedades criollas, como muchas
otras cosas que habrán que ser documentadas y exploradas desde la relación con
el ITSE y KUUK Investigación. Por ahora comenzamos bien, seguro se pondrá
mejor.
-¿Y cómo te fue en Escárcega?-, -mejor
de lo que me imaginé-, -¿regresarás?-, -claro, ya estamos planeando el regreso.
Ya sabes que a mi siempre me gusta
volver al origen-, -Pues entonces sí valió la pena-, -más de lo que cualquiera
puede suponer-
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