¿Qué es la libertad?, ¿para qué sirve,
cómo se gana, cómo se reconoce?, ¿tiene algún efecto real sobre la vida o solo
es una búsqueda que nos da referencia y sentido, anhelo y deseo?, ¿la libertad
se gana o se obtiene?, ¿ser libre es un acto de voluntad, o la voluntad misma
juega como un estimulante y potenciador de esa libertad?
Para unos, la libertad es hacer lo que
se quiere, no en el sentido libertino, sino en la facultad de hacer, pensar,
decir y sentir lo que en realidad ese individuo desea. Congruencia en su máxima
expresión. Ser libre entonces es ser afanoso en la búsqueda de la congruencia,
y exitoso cuando la alineación de todo lo dicho, pensado, hecho y sentido se
observa como posible. La libertad es congruencia.
Para otros, son límites autoimpuestos
que convergen y respetan los límites de otros. Los valores como la Ética, el
Humanismo y la Responsabilidad comprendidos y codificados de acuerdo al
entendimiento social dan una sensación de libertad completa, posibilita las
relaciones y establece vínculos que en el tiempo podrían llamarse amistad.
Libertad es bien común, porque a través de esos valores se promueve el
desarrollo personal y colectivo. Ser libre es pensar, sentir y ver por otros.
Libertad es compañía. Esa que se percibe
cuando se comparte, que se sabe que se tiene cuando los otros están satisfechos
a tu lado y viceversa. Es reír, llorar y vivir juntos, en comunión, en
conciencia y respeto de las diferencias y similitudes pero que en ellas la
construcción de un todo, de una comunidad, posibilita el crecimiento más
profundo: el del alma. Cuando se acompaña, o te acompañan, se es libre.
Libertad también es soledad, no en el
entendimiento común del sacrificio por hacer o ser, sino por la suspensión o
abandono de dicho contacto. Estar solo es estar libre, cuando se comprende como un camino de
crecimiento, de expansión de las propias comprensiones, como una vía
autoimpuesta para ser y estar mejor. Libertad es soledad cuando se sabe que
desde el amor y compasión se construye más que desde el odio o el rencor. Y
veces libertad también es renuncia al otro y a uno mismo. A veces se está solo
aún estando consigo mismo, pero en la paradoja también se es libre. Soledad,
compañía y verdad.
Libertad es amor hacia uno mismo y los
otros. Concretar actos de amor no es repartir felicidad sin límites, a veces,
el amor se tiene que infundir primero en quien quiere expresarlo para callar a
tiempo, hablar a tiempo, ser a tiempo. Libertad es fuego lento sobre el que se cocina
relaciones, que dejan ser y estar, y que resultan siempre en algo exitoso. Ser
libre es amar, ser amado, dejar amar, renunciar al amor y provocar más amor,
desde lo más profundo del alma, desde lo más etéreo del ser.
Libertad es pasión por uno y otros. Esa
chispa a divinis que remueve todo y
que parece terminarlo todo. Pasión es fugacidad, pero lo fugaz es igual de
vívido. Es fuego intenso que enciende la vida misma, que hace de un momento una
eternidad y viceversa. Que deja conmocionado, y que arranca las vestiduras de
la moral, del espíritu, de lo establecido y lo correcto. Pasión que no sabe
esperar, que confunde, que libera. Ser libre es tener pasión, ser apasionado,
dar pasión.
Libertad es regresar a los orígenes,
los más profundos y básicos, sin renunciar jamás al aprendizaje de lo vivido. Aquello
que antes fue felicidad, tal vez hoy ya no lo sea, y viceversa. Pero siempre
hay oportunidades de regresar a uno mismo, a la familia, al padre, la madre,
hermanos, hijos o perro. Ese regreso permite la reconstrucción del tejido vivo
alrededor del alma, deja que se regeneren las células del amor, y en confianza,
regresar al mundo construido en libertad.
Libertad también es experiencia, esa
que determina nuestras formas, nuestro sentir. Es más fuerte incluso que la
razón y el pensamiento. Lo sufrido, llorado, amado, reído, entregado o recibido
es la muestra de la vitalidad en nosotros mismos. Pero también es una
oportunidad para volverlo a hacer. Para muchos no tendría sentido volver a
sufrir o llorar, sino solo reír y gozar, pero en la combinación certera de
ambas estará la verdadera libertad: decidir cómo se quieren experimentar otra
vez esos momentos, con otros rostros, con otros ojos y manos, simplemente
experimentar y volver a ser libres.
Libertad entonces es vivir. Vivir con
todos los sentidos, con la mayor de las intensidades. Decidir ser libre es un
acto de voluntad diaria y congruencia. Es la capacidad para nunca perder la la
pasión que enciende todo para recordar que en el amor se renueva, se modula y
se expande. Cada sentido de percepción física y etérea se alinean para dar
nitidez y fuerza a todo lo vivido. Observar, saber, percibir, escuchar, sentir,
pensar, razonar, o cuantos sentidos físicos y emocionales se tengan sirven para
ser libres, usarlos en la máxima capacidad personal es la libertad más intensa.
Libertad es eternidad, trascendencia,
ser feliz. No es vivir para siempre atado a lo físico sino en la mente y alma
de otros. Eternidad es que otros vivan también para siempre en ti. Libertad
requiere de esfuerzo, de renuncias, de llantos y risas; libertad es vivir
diariamente, es que la trascendencia se materialice en palabra escrita o
hablada, en un poema o un libro, en una flor regalada o una copa de vino. Libertad
es ser feliz, buscar la felicidad como parte fundamental de la vida no en
momentos sino en la esencia y recorrido mismo de la vida. Ser libre es estar
vivo. Jamás tan vivo. Para siempre, vivir en libertad.
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