Transmutación
es para la alquimia la posibilidad de convertir metales comunes en oro. Para los
estudios esotéricos, la posibilidad de transgredir de un plano del ser a otro
más elevado. Para mi, la posibilidad de que un conocimiento gastronómico de
cotidianidad absoluta se le otorgue un carácter de importancia general.
Dicho
lo necesario, comencemos. El fuego para las sociedades mesoamericanas –y para
casi todas las del mundo- era motivo de reunión. Tal fue su importancia, que
muchos de ellos lo consideraban una representación del sol, una manifestación
viva de la fuerza de la naturaleza, una representación continua de la origen,
manutención y evolución del universo. La vida misma concretada en un lugar de
fuego.
Los
fogones mexicanos, esos sitios de aspecto ancestral construidos sobre tres
piedras, sobre una mesa de madera, sobre una piedra más grande, o sobre un
hueco en la tierra a lado de un árbol, son herencia de ese entendimiento
cósmico. Son la manera de cualquier entidad social de conectarse con su pasado,
presente y futuro.
El
comal sobre un fogón de tres piedras es una abstracción del universo
mesoamericano, su principio y fin. Son la manera en que las civilizaciones
entendían la forma en que habían nacido: a fuego, piedra, agua y tierra. Maíz
para muchos, elementos naturales para otros. Ante este conocimiento, el hombre
busca maneras para honrarlo, simbolizarlo y, finalmente, comerlo. Valga el
concepto: transmutarlo.
La
esencia de la tortilla, para los pueblos originales mexicanos, es la
representación del sol. El astro rey da al mundo vida, la tortilla también. El
sol ilumina al maíz para hacerse alimento, la tortilla es redonda en sentido
representativo al sol como fruto de su luz. El sol es masculino, y las mujeres
honran su trabajo y el de sus hombres al procesar con cuidado los granos de
maíz, cocerlos y dar sustento –vida- a través de la tortilla.
Es
el fogón el lugar de vida. Es el fogón, comal, mujer y tortilla, representación
complejísima del universo. Es con cada tortilla, preparada e ingerida como
desde hace más de 2 mil años, que se mantiene viva la esencia del pueblo mexicano.
Seguramente
usted en uno de sus viajes le ha tomado por sorpresa la maestría de una niña al
manejar el fuego vivo que calienta un comal, sobre el que su madre prepara
tortillas. Parece que la relación fogón-mujer-tortilla ha existido desde
siempre y es un conocimiento casi místico heredado genéticamente. Las
preparación de las tortillas se aprende con el paso del tiempo, pero su
comprensión simbólica se adquiere con paciencia al echar cientos o miles de
tortillas durante la vida.
Le
invito a que esa sorpresa y gusto por una tortilla a mano recién salida del
comal no se detenga en la admiración de la mujer o en el placer de ingerirla.
La próxima vez que pruebe una tortilla, trate de entender que en cada una de
ellas la vida misma se condensa y se hace círculo. Al final, un taco es un
taco. Fuente de vida, calor, alimento, maternidad y México.
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