En México todos
hemos sucumbido ante el poder del etcétera. Carteles, anuncios, espectaculares
o panfletos impresos, hechos a mano, con diseño o sin diseño, atractivos o
aburridos, en Mérida, Distrito Federal, Monterrey, Oaxaca, Tuxtla Gutiérrez o
en cualquier ciudad del país parece que al querer decir mucho sobre el menú de
un restaurante, el anuncio de una fonda o las posibilidades a encontrar en un
puesto ambulante se recurre a un cómodo etcétera o a una sentida frase de “algo
más…” -así con tres puntos suspensivos- para evidenciarlo.
Lo que parece un
recurso incluso hasta mercadológicamente acertado, podría tomarse con un
sentido de reflexión más profundo. Revisemos: para el(a) dueño(a) de dicho
local con variada oferta de alimentos, es imprescindible dejarle claro a su
clientela que ellos sí tienen un menú
completo que puede llegar a sorprender con tan solo relatarlo. Los recursos en
cuestión (el etc. Y el algo más…) entonces parecen ser más que solo una manera
de aprovechar el espacio cuando se quiere decir mucho pero tanta información no
entra en un determinado espacio.
Para el cliente,
debiera de generarle una sorpresa e incluso hasta unas ganas de develar el
misterio encubierto en dicho etcétera.
En realidad es un llamado a la curiosidad del otro, para que al ser seducido
por lo desconocido, entre y “compruebe por sí mismo” (otra entrañable frase del
México popular) la diversidad del negocio y salga sorprendido –y rendido- ante
las delicias probadas. Primer paradigma: más que una forma de aprovechar espacio
es un llamado a la fábula del gato y su curiosidad; solo que en este caso no se
pretende un final funesto, sino una posible lealtad al negocio en cuestión.
Etcétera es definido por la Real Academia Española de la Lengua
como una expresión que sirve para sustituir el resto de una exposición o enumeración que
se sobreentiende o que no interesa expresarse. Sin embargo, como queda dicho en
el párrafo anterior en la gastronomía popular es lo opuesto. Los propietarios
de dicho negocio sí quieren que al
cliente le interese, es más, su intención es que ese etcétera más que obviedades indignas de mencionarse sean motores de
atracción.
Para alguien ajeno a una
cultura gastronómica determinada, este paradigma podría ser de gran utilidad,
pero de la definición de la RAE podría desencadenar otra hipótesis al emplear
el término sobreentendido como punto
de partida. Profundicemos: no es un
misterio que la diversidad de platillos, subrecetas, adaptaciones y variaciones
de la cocina mexicana de cualquier región es tan amplia que sería complicado
condensarla en un menú, probablemente en un libro, pero aún la dificultad es
mayúscula. De tener dudas pregunten a Ricardo Muñoz Zurita cuánto tiempo,
dinero y esfuerzo invirtió en el Diccionario Enciclopédico de Gastronomía Mexicana,
que más que ser una publicación definitiva sirve para entender dicha
complejidad y de ahí partir para profundizar en ella.
Luego entonces, si para la
RAE etcétera tiene que ver con lo
sobreentendido, también podría ser una buena forma para decirle al comensal
local: “usted ya sabe que puede encontrar
en este tipo de negocios, así que pase, ordene y déjese sorprender por la
diferencia que existe con el local de enfrente que vende lo mismo que nosotros
pero no le sabrá igual”. Sobra decir que esta frase es una inferencia
personal, pero le pido se tome como válida al captar su esencia sin tanta
complicación.
El segundo paradigma
planteado pareciera entonces una contradicción del primero, porque supone que
todo aquello sobreentendido es bien
sabido y por lo tanto no merece la pena mencionarlo a pesar de poder utilizarse
como recurso de mercadeo. Pero, ¿en realidad conocemos esa diversidad no
dicha?, ¿en verdad podríamos, aun como mexicanos gustosos de la cocina
tradicional, reconocer la variedad que no fue mencionada?, ¿se puede
sobreentender aquello que no está dicho y que no necesariamente es conocido?
Para los psicoanalistas más
recalcitrantes esto sería entrar al mundo de lo no dicho. Aquello que es pero no es, aquello que puede considerarse
como un lapsus en el imaginario
colectivo y que podría desencadenar caos. Para aquellos que no pertenecemos a
estas disciplinas el análisis podría ser más simple: en realidad, el etcétera y algo más… son una manera de
reconocer la identidad profunda de un pueblo, esa que da conexión, esa que
permite actuar inconscientemente sin cuestionamiento moral o psicológico.
Y el tercer paradigma es ese,
el del reconocimiento que en la profundidad de la frase se encuentra la
posibilidad de pertenecer o no a una idea colectiva, de reconocer en esas
frases la posibilidad de ser parte de un grupo que comparte dichos sobreentendidos y que no le son
necesarios preguntar para funcionar adecuadamente como entidad individual o
social.
Al final, los propietarios de los establecimientos mencionados tenían solo la intención de mencionar lo mucho que se puede encontrar en su negocio. Para mi sigue siendo una oportunidad de reflexionar sobre la capacidad de identificación resguardada en la cocina mexicana, una fuente de luz sobre la diversidad nacional y una ventana para cuestionar las conexiones sociales generadas por la cocina. Desde esta reflexión, el etcétera y algo más… en cualquier menú me desprenden una sonrisa, una oportunidad para seguir conociéndome a través de México y su gastronomía. Le invito a hacer el ejercicio la próxima vez que los lea, le aseguro será más pronto de lo que se imagina.
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